La conducta de los niños, al igual que la nuestra, es resultado del aprendizaje. Existen antecedentes (lo que precede a la conducta) y consecuentes (los premios o castigos que recibimos tras emitir un comportamiento específico) que aumentan o reducen las probabilidades de que dicho comportamiento se vuelva a repetir.
Las rabieta y la conducta negativista (llevar la contraria constantemente, desafiar la autoridad, etc.) es el resultado de los estilos educativos a los que el niño y adolescente ha sido sometido unido a la capacidad de gestionar y expresar sus propias emociones como la ira.